Las funciones de frontera, pasó, contacto e intercambio propio de los espacios de transición, las ha desempeñado siempre Sangüesa, que se encuentra a orillas M Aragón, cerca de las desembocaduras del Irati y el Onsella, en el piedemonte interno de las sierras de Leire y Peña. Defensa, ruta y puente, mercado comarcal, centro político-administrativo cultural y social, todo esto ha sido y es Sangüesa. Con el acondicionamiento del polígono industrial aspira a convertirse así mismo en una ciudad fabril.
El lema de «la que nunca faltó» le cuadra bien, porque durante casi toda la edad media la nueva Sangüesa, creada en substitución de la vieja con el aliento repoblador de Sancho Ramírez y Alfonso el Batallador, más para el comercio, la administración, la religión y la cultura que para la guerra (el frente musulmán estaba ya en el Ebro), hubo de ceñirse con murallas y cobijarse bajo la vigilancia de un castillo, porque, separados los reinos de Navarra y Aragón, se encontraba cerca de la frontera, frente a Sos del Rey Católico. Incorporada Navarra a la corona de Castilla, el papel defensivo de Sangüesa perdió muchos enteros; sólo quedan restos de sus antiguos baluartes, entre ellos las torres almenadas de Santa María y Santiago, ubicadas en lugares estratégicos del recinto amurallado.
La ruta y el puente son otros dos importantes símbolos sangüesinos. De este a oeste recorre la Canal de Berdún y la Tierra de Sangüesa un viejo camino natural que continuaba hacia Tafalla por el puerto de Loiti, camino sembrado de restos romanos y que revitalizarían las peregrinaciones europeas a Santiago de Compostela. No se olvide el cruce de esta ruta este-oeste con la norte sur de las cañadas pirenaicas. Sangüesa obtuvo el privilegio de mercado, en 1430, y ejerció esta función siempre, aunque nunca con tanta fortuna como otros núcleos de los somontanos pirenaicos, dada la pobreza de la zona. Y desde el siglo XIII fue cabeza de la merindad de su nombre.
Con la incorporación de Navarra a Castilla y el declive de las peregrinaciones jacobeas, Sangüesa pierde buena parte de la importancia que tuvo. La población entra en un proceso general de estancamiento, con altibajos, hasta nuestros días: 3.310 hab, en 1860, 3.255 en 1900, 3.813 en 1950, 4.645 en 1970, 4.572 en 1981 y 4.445 en 1991.
El plano de Sangüesa es un excelente reflejo de su historia; puede verse el trazado pentagonal del burgo del siglo XI, con eje en la calle Mayor, el de la nueva población del XII, remodelado en el XIII, y, fuera de las murallas medievales, los barrios de la Oltra (orilla derecha del Aragón) y Castellón (cerca del puente) y los conventos de carmelitas, franciscanos, dominicos y mercedarios. En nuestro siglo ha sido grande la expansión provocada por la industria papelera y textil (355 y 100 empleados, respectivamente).
Comenzaremos el recorrido por Sangüesa en el puente metálico sobre el río Aragón, a la vista más bellas iglesias de Navarra y en ella se pueden apreciar varias etapas constructivas: románico puro en los ábsides, transición en transepto, naves y portada -bellísima-, con un programa iconográfico de los más interesantes donde destacan las columnas-estatua y arquivoltas talladas profusamente; el tímpano con apostolado presidido por la Virgen y el cuerpo superior, en dos pisos con otro apostolado bajo arquerías de medio punto. Corona el conjunto una preciosa torre gótica almenada. En su interior destacan el retablo mayor plateresco realizado por Jorge de Flandes con la talla gótica de la Virgen de Rocamador, un crucifijo barroco, el grupo gótico flamenco de la Piedad, el retablo renacentista de San Miguel, de tablas pintadas, y la gran custodia procesional del siglo XV.
Siguiendo por la calle Mayor, a mano derecha, está el palacio de los Duques de Granada, de¡ siglo XV, y, a continuación, el de Guenduláin, barroco del XVIL Torcemos por Alfonso el Batallador hasta encontrarnos con la actual Casa de Cultura, ubicada en el señorial palacio de Valle-Santoro, con fachada churrigueresca, monumental alero e interesante escalera interior. Poco más adelante se halla la iglesia gótica del Salvador con bella portada en la que se representa el Juicio Final bajo pórtico abovedado. En el interior hay un retablo mayor romanista, realizado por Juan de Berroeta y Juan de Alh, otro pequeño de pintura hispanofiamenca y una caja de órgano renacentista, la más antigua de Navarra.
Apoyado en la muralla, de la que se conservan restos y el portal de la Tajadera, también llamado de Carajeas, se alza el convento del Carmen, gótico y con un austero claustro: se ha habilitado para Conservatorio de Música.
Volviendo a la calle Mayor, se llega al Ayuntamiento, de sobria fachada renacentista sobre una galería porticada que da paso a una plaza que termina en las traseras del palacio del Príncipe de Viana, con dos torres almenadas y foso. Continuamos por la calle Mayor hasta la de Santiago, que nos lleva a la iglesia homónima, comenzada en el románico tardío -portada y cabecera- y continuada en el gótico. Es de planta basilical de tres naves, construida al estilo francés de Roncesvalles con un retablo mayor barroco y una gran escultura pétrea de Santiago, gótica, que recuerda el Cristo sedente de la portada de San Salvador, En el baptisterio, se conserva una talla de San Jorge y un retablo de pintura procedente del convento del Carmen, dedicado a San Eloy, patrón de los plateros de Sangüesa.
Otra vez en la calle Mayor tenemos ocasión de ver algunas casas blasonadas antes de llegar al convento de San Francisco, con una iglesia y un claustro góticos admirables en su sencillez.
Fuera de la población, camino de Sos, está la iglesia románica de San Adrián de Vadoluengo, con portada de tres arquivoltas sobre columnas y capiteles tallados.
A Sangüesa se le conoce por sus hortalizas, especialmente «las pochas», también por su artesanía, fundamentalmente de forja, y por celebrar la festividad de los Reyes Magos con la representación popular de un auto sacramental.